Su Palabra
Cuán ciega estaba en mente,
cuerpo y espíritu.
Y como fresco
manantial
vino a mí Su
Palabra.
Me dejé engañar por
muchas voces
que me llevaron por
senderos oscuros
y vacíos en un
pasado lejano y sombrío.
En un mundo de
ignorancia
mi vida caminaba;
me caía,
me levantaba y
renqueaba.
Como marioneta era
mi vida,
manejada por las
banalidades del mundo...
Y vino a mí Su
Palabra,
viva, eterna y
pura.
Y como río que se
había desbordado
volví poco a poco a
su cauce.
Y entonces pensé:
¡cuán sordos habían
estado mis oídos!
¡cuán ciegos habían
estado mis ojos!
¡cuán nublada
estaba mi mente!
y, sobre todo:
¡cuán duro estaba mi corazón!
No lo he logrado
todo,
pero lucho cada día
por alcanzarlo.
Porque solo Su
Palabra me da vida,
y no me conduce a
la muerte.
Guía mis pasos,
direcciona mi mente,
ablanda mi corazón,
y me da todas las
razones para ser obediente.
No hay descanso más
agradable para el alma,
para el cuerpo y el
espíritu que adentrarse en Su Palabra.
Son verdades eternas,
son tesoros
invaluables,
que se revelan en
mi espíritu
para llevarme un
día al Hogar Eterno.
¡Cuán grande es su
misericordia!
que puso en mi vida
Su Palabra,
que es Su Verbo,
que es Cristo.
Comentario sobre el poema:
Este poema lo escribí hace unos años, cuando empezaba mi caminar con Dios.